@mitodona .- Nacer en la Venezuela de los años ochenta, sin importar el
origen de tu familia, te condenaba a un destino deportivo que formaba parte del
delirio colectivo. El béisbol.
Ahora, ese béisbol de los ochenta estaba tan lejos del
actual, que casi podríamos hablar de deportes diferentes. Era una liga
venezolana falta de estética, de color, glamour y comodidades. Pero le sobraba
la tradición, las leyendas, lo folclórico y lo sentimental.
No voy a hacer comparaciones odiosas con el presente, sino
concentrare en los detalles de aquella vez que visité por primera vez el
Estadio Universitario, y cómo marcaron para siempre mi relación con el deporte en
general, no solo con el béisbol.
Mi abuelo Sixto Cruces izzo, fue mi primer mentor
`beisbolístico´. Pues es cierto que uno siempre compartía en el colegio alguna
caimanera o con mi hermano mayor en el patio de su edificio, donde las partidas
terminaban siempre con un jonrón que rompía el ventanal de algún apartamento.
Pero mi abuelo fue el primero en contarme historias de nuestro beisból. O más
bien del suyo. De los inicios de la pelota en el país, de sus ídolos, del
Estadio de San Agustín, del Cervecería Caracas, el “Chico Carrasquel¨ y
¨Camaleón¨García.
Yo pintaba aquellas anécdotas en mi mente, con mi abuelo en
las gradas. Pero nunca podia poner cara a los personajes. Hasta que un día me
regaló un libro, no recuerdo exactamente su título pero tenía una portada dura
de color azul. Contaba las historias detalladas de los juegos más memorables de
la LVBP. Hasta incluía el box score. Y fotos!! Fotos!!!. Ese es uno de los
mejores regalos que jamás me han hecho. Al fin ponerle cara a todos aquellos
personajes! Al ¨Chico”, al “Patón”, “Camaleón”, “Cocaína” García, ver fotos del
estadio de San Agustín!. Y Vidal López, el favorito absoluto de mi abuelo.
“Galarraga y Vizquel son buenos, pero nunca ha habido ni
habrá un pelotero como Vidal López”, me repetía siempre. “Vidal fue campeón
bate en todas las ligas donde jugó, hijo!. Eso es imposible ahora”. Cuentos de
cuadrangulares en los que las pelotas nunca caían ¨Todavía están buscando la pelota". Juegos dobles en los que
pitcheaba blanquedas y disparaba jonrones al mismo tiempo. Era algo épico,
mágico.
Así pues, era lógico que mi abuelo me llevara a mi primer
juego de béisbol. Siendo él un magallanero acérrimo, quizo el destino que aquel
domingo de octubre -1988, me llevara a un Zulia – La Guaira, en el estadio de
la UCV. “Para que veas que malos son estos dos equipos y te hagas magallanero”
me dijo. Un fenómeno.
Recuerdo que entrar al estadio fue para mi algo sublime. Pensar que allí habían ocurrido algunas de las historias que había leído, me daba la sensación de entrar a un lugar donde ocurrían cosas importantes. "De aquel tubo se guindó Vitico para coger la pelota. Se despegó como 3 metros del suelo¨ me dijo mi abuelo Sixto, señalando hacia el jardin central. Y
ojo, aquel estadio casi no tenía sillas, ni VIP, ni paredes acolchadas en los
jardines, ni personal de protocolo. Era un estadio crudo, pero así era nuestra
pelota.
Aquella pelota en la que los jugadores, antes del partido,
estaban en la zona exterior del club house, esa que da hacia los
estacionamientos, fumando un cigarrito antes del partido y hablando con los amigos.
De aquel partido recuerdo que ganó el Zulia, con jonrón de
Carlos ¨El Cañon” Quintana. También recuerdo que mi abuelo compró una especie de lotería, en la que se predecía quién anotaría la primera carrera del juego. Puedo ver claramente a mi abuelo explicándome las reglas básicas, los estilos de juego de los equipos,
que significaban las señas de los coachs. Fue una tarde irrepetible.
Inolvidable.
No tengo duda que ese amor por el béisbol y por el deporte, que mi abuelo imprimió en mi, marcó mi vida de tal forma que terminé trabajando en algo ligado al mundo deportivo. Ha sido, es y siempre será mi pasión.
Podría escribir 1000 posts de todo lo que hablé sobre
béisbol con mi abuelo y con toda seguridad se me escaparían cuentos. No supe
valorar en su momento todo lo que quiso decirme o enseñarme, por mi edad o por
mi inmadurez. Pero eso es parte de la vida. Entenderlo ahora probablemente me
llevará a querer hacer lo mismo con mis hijos, nietos. Ojalá sean más
inteligentes que yo. Gracias Abuelo.
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