domingo, 13 de noviembre de 2011

Yo quiero un Jefe de Estado, no un presidente.





@mitodona .- SI hay algo que no podemos negarle al proceso “revolucionario bolivariano” es haber despertado nuestra conciencia política. O al menos la de mi generación. Y esto nos acercó a un mundillo que sabíamos existía, pero del que sólo manejábamos conceptos “de la cuarta”.


Es decir, somos (o éramos)  el país con una de las democracias más sólidas de Latinoamérica; la generación del 48 nos “salvó” del militarismo y el comunismo. La izquierda es maaaala y Caldera nos liberó de la guerrilla financiada por Fidel. 


Claro, con el pasar de los años y dependiendo del interés de cada quien, uno puede conocer todas las aristas de la historia política contemporánea de Venezuela y también de la región. Esto te da un panorama más claro del desarrollo de muchos eventos que han afectado para bien o para mal, el transitar de buena parte de los países que coexistimos desde Tijuana hasta la Patagonia. 

Por más que duela a algunos, si algo nos ha enseñado la historia es que los extremismos no han funcionado en ninguna de sus versiones. Derechistas, nacionalistas, antiimperialistas, militaristas, socialistas, revolucionarios, comunistas. Todos rotundos fracasos acompañados de cicatrices difíciles de sanar en sus respectivas sociedades.
A menos de un año de la que será la elección presidencial más determinante de Venezuela en los últimos años (después de 1998), creo que debemos enfocar nuestra atención en la manera de hacer política de nuestro país. Simplemente por el hecho de estar visiblemente rezagados con respecto a la evolución de varios países vecinos. 

Y no es sólo el hecho de las transiciones pacíficas de gobierno, sino más bien  la comprensión del estado como el ente permanente y los gobiernos como la herramienta de ejecución de ese estado. Con esto presente, se ven políticas de estado que se mantienen con el paso de los gobiernos sin importar su tendencia política, para garantizar el desarrollo de determinada variable en la sociedad, por encima de cualquier compromiso político. 

¿Es mucho pedir esto, en un país que está en medio de un proceso de profundos cambios políticos? No lo creo. Es más, precisamente ahora, cuando hemos comprobado que veníamos transitando por el camino equivocado y que eso nos llevó al abismo socialista bolivariano, es cuando más debemos empujar a los líderes políticos hacia el sistema que demandamos. 

No podemos conformarnos con un cambio. Ese también es un error del que debemos aprender. Llegó el momento de exigir a los que sean electos, su compromiso total con el cambio de dirección y ritmo del desarrollo social y económico del país. Pero quizás esto sea un planteamiento utópico, no por  su factibilidad, sino porque depende de ellos, de los políticos. 

Creo que a veces esperamos demasiado de los políticos. Y nos olvidamos que son sólo eso, políticos.