jueves, 19 de mayo de 2011

Omar Vizquel: el pelotero puntual.





Por @mitodona .- Omar Vizquel no es un pelotero común. Y por ende, no se comporta como normalmente lo hacen sus compañeros de profesión.  Ni dentro ni fuera del terreno de juego.

Como la mayoría de los venezolanos de mi generación, he crecido admirando la carrera del que es sin duda uno de los mejores campocortos de la historia del béisbol.

Ahora, cuando Vizquel ya comienza su 23ra temporada en la gran carpa, y próximo a cumplir 44 años, está destinado a convertirse en el 2do venezolano en el Hall de la Fama. Sus números defensivos lo avalan. Y por si fuera poco, todo el cuidado y dedicación que ha tenido el jugador en su preparación física, le han permitido en las postrimerías de su carrera, sumar poco a poco estadísticas ofensivas que fortalecerán su caso ante los votantes del salón de la inmortalidad.

Pero como todas las grades figuras, su leyenda se va nutriendo de anécdotas que definen todas las aristas del personaje.

Viendo recientemente un juego de los Medias Blancas de Chicago, en el que Omar despachó un tubey (su hit 2.808 en la gran carpa) recordé la fortuna que tuve de compartir con él su gira de despedida del béisbol profesional venezolano.

Como parte de ese “tour”, Maltín Polar le propuso a Vizquel realizar firmas de autógrafos en cada partido que jugara como visitante. De ese modo tendría un contacto directo con la fanaticada que, sin tomar en cuenta su equipo de preferencia, siempre le ha seguido e idolatrado. Él por supuesto aceptó la idea, con el aditivo de dar prioridad en cada estadio a un grupo de peloteritos de Criollitos de Venezuela.

Comenzamos los viajes por el interior en Barquisimeto.  Yo llegué un poco antes que Omar a la capital larense, para ir coordinando el tema de la firma de autógrafos y también otros detalles de la actividad. Él llegó directo al estadio, incluso antes del resto de los jugadores de los Leones del Caracas.  Alrededor de las 3:30pm ya estaba en el terreno, acompañado por su representante Mike Pérez.

Allí le esperaban más de 500 fanáticos con cualquier cantidad de artículos coleccionables, hambrientos de una firma. Los hacemos pasar a la tribuna del estadio hasta el VIP, mientras Vizquel se pone cómodo, justo  frente a la salida del dugout visitante del Antonio Herrera Gutiérrez.

Por allí desfilaron los quinientos pacientes aficionados, mujeres, niños, ancianos, cardenaleros, caraquistas, políticos, militares. En fin, todo el mundo quería una foto y un autógrafo. Omar bromea, me dice que lo tengo “fregao”. Habíamos hablado de 100 personas, pero la respuesta fue mucho mayor.  Me acerco para llevarle una botella con agua y me dice “tranquilo mi pana. Yo atiendo a los que vengan sin problema. Lo que pasa es que estoy “frio” con las firmas. La muñeca se cansa rápido porque estoy fuera de forma” y suelta una carcajada.

Y así lo hizo, una hora y cuarenta minutos después atiende a la última persona en la cola. Y con la misma facilidad que atrapa un rolling, se escabulle al clubhouse de los Leones para uniformarse y comenzar el calentamiento antes del juego.

Ese día, además de marcar su último encuentro en Barquisimeto, el destino le guardaba una sorpresa a Omar y también a todos los que presenciamos el  partido. En su primer turno conectó cuadrangular al right field, cosa que no hacía en Venezuela desde la temporada 94-95.
Después del partido, cuando íbamos camino del hotel, nos comentó que no esperaba que la pelota saliera del parque. “La conecté bien, pero de verdad no pensaba que se iba. Hasta que vi a Robert corriendo de espaldas”.

Llegamos casi a las 12 de la noche al hotel. Y Vizquel sigue atendiendo gente. Firmando autógrafos. Tomándose fotos. Taxistas, botones, recepcionistas, gerentes, peloteros. Un señor espera con un chamito en silla de ruedas en del puerta del hotel. Omar se detiene, conversa con ambos, les firma la camisa de los Leones, una pelota. Mike Pérez le acerca un gorra para que también se la lleve firmada.

Después de todo esto, terminamos subiendo a las habitaciones, son la 1:15am. Mike y yo conversamos sobre la próxima sede. Toca Valencia. Caracas vs Magallanes. Hay algunos detalles que debemos corregir en la dinámica de la firma de autógrafos. Llegamos al piso y mientras se borra en la oscuridad del pasillo, Omar se voltea y me pregunta “¿a qué hora nos vamos mañana?”.  6:00am respondo.  “¿Tan temprano?” y suelta otra de sus carcajadas.

Yo estoy muerto del cansancio. Una jornada de este tipo siempre es muy larga. Y más aun cuando se trata de la primera de varias fechas. Hay muchos puntos que tener en consideración y mucha gente trabajando con el mismo objetivo.  Duermo, pero no descanso, pendiente de la hora de salida.

A regañadientes logro estar en el lobby justo antes de las seis. Lo recuerdo pues vi la hora en el reloj de la recepción, justo al abrirse el ascensor: 5:58am. El lobby está desierto. Incluso hay algunas luces apagadas. Me acerco a la salida y saludo a nuestro conductor. Le comento que voy a llamar a Mike para decirle que los estamos esperando.  Sin querer generalizar, el gremio peloteríl no es conocido por su puntualidad, así que mi preocupación está más que justificada.

El  señor sonríe y me mira como quien está a punto de develar un secreto. “Mito, el Sr Vizquel y el Sr Pérez están en el carro desde hace 15 minutos”.