Mito Dona Cruces / @mitodona .- Los viajes que a veces realizamos a regiones alejadas de nuestro entorno habitual, siempre nos brindan la oportunidad de exponernos a entornos muy distintos.
La frontera más que un entorno diferente al que vivo, fue como viajar a otro planeta. Un planeta que oculta en su inmensidad verde, en sus ríos y sembradíos, una realidad que contrasta totalmente con la belleza de sus paisajes. Esa realidad es la guerrilla, la presencia intangible pero perenne de la inseguridad. Del olvido. De la exposición a un peligro que no ves, que no palpas, hasta el día en que te “toca”.
Dirán ustedes que se parece mucho a la situación que viven las grandes ciudades del país, con su punto máximo en Caracas, la diferencia es que en esas ciudades hay todavía algunos espacios reducidos en los que la gente busca refugio. Aquí esos espacios no existen. Y la gente no se refugia, porque ya están acostumbrados a vivir con su realidad.
El chofer del taxi que me lleva desde San Cristóbal hasta Guasdualito es un señor tachirense. Como buen andino maneja un verso pausado, pero prolijo. Con ese hablar que impregna buena educación, buena casa, buena familia.
Este señor, en sus tempranos 60´s, lleva años trabajando en las carreteras andinas y llaneras. Así mantiene a su familia. Y como buen taxista, es el mejor termómetro del día a día tachirense. Capaz de describir con detalle extremo alguna anécdota y también de callar por horas si no se le dirige la palabra.
Ser andino, a pesar de lo que se piensa en algunas regiones del país, no hace muy diferentes a estos paisanos del resto de los venezolanos. Dentro de sus maneras, tienen un rasgo muy criollo que es encontrar el chiste en cualquier situación. Por ejemplo, a los campamentos guerrilleros de la zona, se les conoce habitualmente como ´campamentos vacacionales´. “Pero son vacaciones de larga estancia” acota antes de soltar una buena carcajada.
En el trayecto, de poco más de 3 horas, tenemos que realizar una parada obligatoria. “Hay que echar gasolina por aquí, para poder regresar hasta San Cristóbal. Si no lo hacemos, no le puedo garantizar el viaje de regreso” me comenta. Al parecer encontramos una cola buena, por lo corta. Nos toca esperar casi una hora para llenar el tanque. Nos comentan que hubo suerte, pues lo normal es perder por lo menos 2.
Al llegar a Guasdualito debo reconocer que no me sorprendí. Era más o menos lo que me esperaba. Pocas calles, casas antiguas. Un restaurante chino. Una bodega portuguesa.
Lo que no me esperaba lo vi en el campo donde realizamos el donativo. Ese terreno, ubicado junto al rio Sanare, donde más de 750 chamos de entre 6 y 17 años intentan practicar fútbol, no tiene tierra como base. El monte corto que lo cubre, oculta residuos de las aguas negras que inundan el terreno con cada lluvia. El rio sirve de transporte para desechos fecales, humanos y animales, vidrios, latas y piedras.
Aun así, estos chamos llegan y muchos prefieren jugar sin zapatos. “Solo tengo los del colegio, y no lo puedo dañar aquí. Se ensucian mucho” me comenta uno que no tendrá más de 12 años. Sus pies me relatan que jugar descalzo es la práctica habitual para él y para la mayoría. Los más grandes tienen un método diferente. Algunos si tienen tacos de fútbol y lo que hacen es rotarlos durante las prácticas o juegos, prestándolos entre los participantes. Si son muy grandes para algún jugador no hay problema. Con meter dentro del zapato un par de medias extras enrolladas, se soluciona el tema.
El choque de encontrar sitios en nuestro país donde la simple práctica de un deporte someta a niños y jóvenes a este tipo de situaciones es lo más duro que enfrento en mi trabajo. Lo cierto es que no hay que viajar hasta Guasdualito para enfrentarse a esta realidad. En los barrios de Caracas la juventud sufre de las mismas carencias.
En Apure, muchos de los chamos que salen del liceo y no pueden seguir practicando deportes terminan en la guerrilla. En Caracas terminan en bandas de delincuentes, robando, traficando, asesinando.
Triste cruce en el que coinciden los destinos de los jóvenes de nuestro país.




